viernes, 18 de diciembre de 2009

LES DIERON A MANEJAR EL FALCON Y LO CHOCARON


Santa Fe no era una joya antes del 2008. Sería extenso de enumerar la lista de horrores de los 24 continuados de justicialismo. Vernet y el puente Colgante; Carlos Aurelio Martínez –aquél ex vicegobernador de Vernet y ex intendente de Santa Fe que terminó en cana y confundió la resurrección del Ave Fénix con la del Gato Félix- y los juguetes de Antonio Vanrell; etc. Con Reutemann y luego Obeid llegó la ola menemizadora: la escandalosa privatización de la ex Dipos, la enajenación del Banco Provincial –con el consiguiente correlato de la pérdida del instrumento financiero provincial, que para colmo de males pasó a un grupo de malandras de guante blanco como los hermanos Rohm-, y todas esas cosas que ya sabemos: la justicia entongada con el poder político, la errante política educativa y de salud, la precarización de algunos empleos públicos, etc. Está todo en la memoria colectiva.

Está claro que Santa Fe no era un Mercedes Benz ni una Ferrari. Pasó la peor crisis de la historia argentina sin emitir bonos ni cuasimonedas, no estaba endeudada, registraba un interesante promedio de obras públicas construidas y en marcha, y ni aún en las peores épocas –y conste que hubo épocas malas en este bendito país- estuvo en duda el pago de sueldos, que no serían muy altos pero tampoco estaban entre los más bajos, y que además se abonan en los primeros días de cada mes.

No, Santa Fe no era una Ferrari ni un BMW. Diríamos que era un Falcon bien mantenido: un fierro anticuado, con tecnología de otra generación, duro para llevar, incómodo para viajes de largo plazo, pero con un motor potente, rendidor y una carrocería como las de antes, de las que se bancan el roce del tránsito de las horas pico. El “Falcuncho” no estaba para el Salón del Automóvil, pero seguro que a pata no te dejaba.

Hasta que llegaron los pibes socialistas, con sus socios del Frente. “A éste lo manejo yo y van a ver como vienen los buenos tiempos”, desafió el conductor. Prometió un modelo picante, con buena aceleración, tuneadito con llantas deportivas y colores al tono, con GPS para no extraviarse. Gente linda, nos iban a dar un autazo. Sacaron el Falcuncho del garage, le pegaron una relojeada al tablero para ver cuánta nafta quedaba y salieron a correr picadas, soñando con la Fórmula 1, que vendrían a ser las presidenciales del 2011. Pero estaban en un TC y Pechito López hay uno solo.

Pasó lo que se temía. Los pibes derraparon en la primera curva y pisaron la banquina. Para colmo se largó a llover: llegó la crisis con el campo y el terremoto financiero mundial y pronto el conductor y sus pibes se dieron cuenta que no estaban en la autopista a Buenos Aires camino a la Rosada, sino que andaban por la 70, pagando peaje para esquivar los baches y sin saber por dónde retomar la 34 para por lo menos volver a Rosario, que eso sí saben donde queda.

Asustados por los saltos, las amistades que habían conquistado con su buena onda empezaron a chillar. Los maestros, que ya estaban hartos de renegar con el Falcon y fueron los primeros en pasar por la concesionaria para cambiar el modelo, fueron también los que inauguraron la onda de poner el grito en el cielo. Pero la desbandada promete ser mayor y los que van al lado del conductor, que pueden ser pícaros para la joda pero no comen vidrio, ya le están tocando el hombro para que levante el pie del acelerador, mire las señales del camino, ponga los papeles en orden y se prepare para aflojarse el cinturón y dejarle el puesto a ellos, que tienen ganas de manejar un poco después de 20 y pico de años a pie.

El problema es que los pibes del volante todavía no le agarraron la onda al Falcon y, la verdad, parece que la adrenalina del peligro los atrae. Eso sí, el Falcon ya tiene déficit de pintura: suma como 2.000 rayones y unos cuantos bollos. Empezó a largar humo por el motor, anda flojo de gomas, la ruta tiene curvas peligrosas y los empleados no quieren hacerle un cambio de aceite ni limpiarle los parabrisas sin la propina, que ya calcularon en el 20% para el 2010.

¿Me despisté yo también? Perdón. Sucede que acabo de leer La Capital y algunos portales santafesinos. Hablan de la noticia del día: el Poder Ejecutivo santafesino remitió un mensaje a la Cámara alta solicitando utilizar el Fondo Unificado de Cuentas Oficiales, para cubrir necesidades transitorias, como es el caso del pago de los sueldos y aguinaldos correspondientes al mes de diciembre. El tercer artículo del mensaje autoriza al Ejecutivo a girar en descubierto letras, pagares u otros medios de pago, y a contraer deudas a cancelar dentro del ejercicio económico, a efectos de atender desequilibrios transitorios de caja.

Reina la sensación de que tumbamos la chata. En eso ya estamos armonizados con Córdoba y Buenos Aires. Si los maestros paran porque no reciben aumentos, si los empleados públicos están preocupados porque no saben qué pasará con sus sueldos, si no vemos obras faraónicas en marcha y las pocas que hay se pagan con la plata del Estado Nacional, si nos muestran maquetas y suspenden licitaciones, si firman contratos y después patean la pelota para los próximos 4 meses, significa que de verdad se patinaron la guita. Suena duro, feo, desagradable. Independientemente de cómo suena, es la verdad.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

ALGO NOS PASÓ EN EL MEDIO. ¿O NOS PASÓ POR ARRIBA?

El 14 de noviembre celebramos, con nuestros compañeros de la Promoción 1984 de la Escuela de Enseñanza Media Nº 204 Domingo de Oro, la querida ex Escuela Normal, nuestros 25 años de egresados. Antes de la ceremonia protocolar de estos casos nos reunimos en un aula para compartir una clase conmemorativa con algunos de los docentes que marcaron a fuego nuestra formación personal y nuestra educación en aquellos años vitales de nuestra adolescencia.
Raquel Negro nos habló desde su doble condición de docente y madre, porque además de ser nuestra profe de Biología es la madre de Pili, con quien compartimos los doce años de escuela primaria y secundaria. Pero con ella estaban también Remo Acastello, Marta de Gino y otros docentes y todos compartieron lo que dijo Raquel en esa ocasión: “Fueron momentos muy felices para mí, porque estaba en el pleno desarrollo de mis actividades y del ejercicio de la docencia, que me encantaba y por eso disfruté de ella”.
Eugenia Spagnol, que egresó junto a nosotros y ahora es maestra, también nos representó a todos cuando destacó eso que percibimos siempre pero que sólo aprendimos a valorar más con el paso del tiempo. La Colo habló de “la pasión con que nos daban clases, el reconocernos, el llamarnos por el nombre a cada uno de nosotros, el hecho de que pasen los años y nos sigan recordando por ese nombre”.
Esos sentimientos se construyeron sobre una relación asentada en un principio fundamental: el respeto. Nosotros éramos adolescentes, teníamos la rebeldía instalada en el corazón, soñábamos con cambiar el mundo, queríamos derribar los muros de la mediocridad y perseguíamos las utopías de una sociedad que se desperezaba tras la pesadilla de los años de la dictadura. Enfrente estaban nuestros profesores, más brillantes o menos lúcidos, más flexibles o menos simpáticos, más exigentes o menos duros. Cada uno en su rol: el docente, al lado del pizarrón; nosotros, en los pupitres; los porteros, haciendo el mantenimiento; los directivos, en su responsabilidad de hacer cumplir las normas. En el medio, el respeto. La palabra del docente era la última.
Si la memoria no me falla, la única sanción disciplinaria que se aplicó a algunos alumnos de nuestra Promoción fueron unas amonestaciones (¿fueron tres?) en los últimos días, porque alguien le sacó una zapatilla a una compañera y la tiró al piso de abajo. Claro que teníamos nuestros errores y nuestros desafíos a la autoridad, pero existían los límites. Hasta ese mínimo “desborde” era sancionado. Cuando nos íbamos al mediodía, en la puerta estaba Clides Bruera, que en paz descanse, con su melena inconfundible y su cara de regente perpetua, símbolo de la autoridad. La sentíamos un escalón más arriba de los mortales comunes, porque esa era la noción que teníamos de la directora de la escuela.
Esa Clides casi inaccesible era la misma directora que podía ir personalmente a conversar sobre la conducta de un alumno hasta la casa de la familia. Como fue a mi casa, para decirle a mis viejos que no me había presentado a un turno de exámenes en marzo, que además había rendido mal una segunda materia y que si no rendía bien la última que me quedaba, la indescifrable matemáticas de tercero, (dos días después) iba a repetir el año, datos que por supuesto yo había ocultado. Me vieja ni dudó de lo que decían Clides y Marta Ferrero, nuestra preceptora de entonces. Le contó a mi viejo, que tampoco anduvo con vueltas: él, que nunca me había dado ni un chirlo en la cola cuando era chico, me pegó el único cachetazo que me dio en su vida. Nunca más mentí sobre las notas en el colegio. Rendí bien, claro, no sin hacer un curso acelerado de matemáticas con el aliento de mis viejos –y hasta de mis hermanos, todos mayores que yo- en la nuca.

Pueblo chico, infierno grande
Menos de un mes después de aquél reencuentro que tanto nos emocionó, nuestra querida escuela Normal quedó en boca de todos por los hechos ocurridos en la famosa “vuelta olímpica” de la Promoción 2009, con los hechos que son de público conocimiento.
No pretendo hacer juicios de valor, ni señalar culpas, ni apuntar responsabilidades. Sí decir que vi llorar a algunos docentes a los que conozco y valoro. Me dolió escuchar sus testimonios, como también me dolió saber que habrá egresados que dentro de 25 años no podrán compartir una charla como la que tuvimos nosotros con nuestros antiguos profesores (vean el video aquí), ese sábado 14, en el primer aula de la galería Norte. No la podrán compartir porque ellos no tuvieron un acto de colación que recuerden con cariño, pero fundamentalmente no la podrán compartir porque no hubo respeto en la relación natural que debe darse dentro de una comunidad educativa entre docentes, directivos y alumnos.
Me dolió enormemente ver a un director quebrado emocionalmente. No conozco a Carlos Dellasanta más que como un ahorrista damnificado en el caso de la Mutual Ben Hur a quien alguna vez le hice una nota por ese tema, o porque me tocó ir a pedirle prestado el cañón de la escuela para pasar un video en esa clase alusiva de nuestra Promoción. Desde afuera, creo que pecó por demasiado indulgente. Pero le creí cuando me confesó, casi entre lágrimas, que “los chicos nos desconocieron totalmente”. También conozco a muchos padres que legítimamente se sintieron defraudados porque fueron a un acto de colación de grados y se encontraron con un “escrache” público de sus hijos. Repito: no es hora de hacer acusaciones, ni de señalar culpables. Son personas excelentes, y soy de los que piensan que de personas excelentes en el 90% de los casos salen padres excelentes.
Sin embargo, hubo un hecho objetivo, que fue lo que pasó el 26 de noviembre. Se me ocurre que no hubiera existido un 26 de noviembre si los protagonistas de la vuelta olímpica hubieran tenido la noción de por dónde pasan los límites entre la natural espontaneidad de la juventud y la indiferencia absoluta por la dignidad ajena.
Estoy dolido, y también indignado. Porque ahora parece que habrá un sumario administrativo contra los directivos, o contra los docentes, o contra no sé quién. Y estoy indignado porque tengo la sensación que desde el Ministerio de Educación, lejos de ofrecer una respuesta institucional de altura, que proteja el rol formador de la Escuela, le ordenaron a los docentes agachar la cabeza. Cedieron a un reclamo cuya legitimidad es materia opinable, fundamentalmente si se advierte el tono de "apriete" utilizado por algún interesado. Buscarán un “cabeza de turco” y señalarán un culpable. Se lavarán las manos, en suma.
No es casual. Si en estos días hemos leído, a propósito del paro docente, algunos comentarios infames que denigran la profesión del maestro, no puede sorprendernos que los pibes hagan lo que hacen. Me di cuenta que pasaron 25 años desde nuestra Promoción. Siento que, como sociedad, como rafaelinos, como gente que considera a la educación un pilar fundamental del desarrollo de los pueblos, perdimos cosas. Algo nos pasó en el medio. O nos pasó por arriba y no supimos darnos cuenta.

martes, 15 de diciembre de 2009

LA LEY DEL MÁS FUERTE - PARTE II


Si en el justicialismo la puja por la presidencia del Concejo terminó inclinándose hacia quién hizo más fuerza en la pulseada por el cargo, en el Frente Progresista también ganó el que pegó los gritos más enérgicos. El complejo conglomerado de fuerzas que conviven en la alianza opositora local fue puesto a prueba severamente en la última elección de funcionarios políticos del cuerpo legislativo.
Desde el 2007 la prosecretaría del Concejo la ocupa el representante del ARI Franco Miorelli. Pese a que se trata de un sello de escasa representatividad, el ARI movió siempre sus piezas con inteligencia dentro del Frente. Al comienzo del gobierno de Hermes Binner logró ubicar a la profesora María Eugenia Zaragozi en la jefatura de la Región III de Educación; y a Rafael Colombo como integrante del "gabinete joven" provincial en el área de Seguridad. Sobran los dedos de las manos para contar al resto de la militancia que califica como tal dentro del partido, con lo cual el porcentaje de efectividad en la relación representatividad-cargos es envidiable para esta fuerza política. La historia breve de cómo se resolvió la continuidad de Miorelli refleja que en el ARI son pocos pero se defienden como gato entre la leña si es necesario.
Como la prosecretaría siempre fue prenda de negociación política, en este 2009 se vivió otro tira y afloje cuando los socios del Frente comenzaron a barajar las cartas. El radicalismo fue el primero en hacer gestiones oficiosas para llenar el casillero, habida cuenta que la salida de Rodolfo Enrico dejaba libre a un secretario de bloque. Enseguida se sumó a la discusión el PDP. Antes de Miorelli hubo una radical en la silla de la Prosecretaría, la profesora Viviana Daniele. Por lo tanto, en el PDP se apresuraron a hacer cuentas e incluso a proponer un par de nombres propios para el cargo.
Muchos apellidos sonaron para el reemplazo que no fue. Como en la interna de los primos peronistas, en el Frente la situación fue variando de hora en hora y de reunión en reunión. Los radicales, envueltos en su propia interna partidaria, se interesaron por la vicepresidencia primera del cuerpo y llevaron a Maipú 495, la casa del PDP, un borrador que proponía a Germán Bottero para ese lugar y dejaba la prosecretaría en manos del PDP.
A todo esto, las versiones periodísticas iban ganando la calle y llegando al sexto piso de Moreno 8, donde Franco Miorelli se enteraba todos los días de alguna variante distinta para su cargo. Pronto el hombre del ARI advirtió que si no movilizaba a sus correligionarios corría el riesgo de quedar a la intemperie. Como en el Concejo rafaelino cocodrilo que se duerme termina siendo cartera, Franco llevó su preocupación a los dos últimos plenarios del Frente. Las malas lenguas dicen que en esos cónclaves hubo más militancia arista que en toda la campaña electoral previa al 27 de setiembre.

Face to face

Uno de esos plenarios se hizo en la Casa Radical de calle Bolívar, el bunker 5 estrellas que reemplazó a la ruinosa casona de calle Brown. Allí, en una mesa tendida en el centro del salón principal, a la vista de los peatones que pasaban por la vereda y podían observar las deliberaciones a través de la fachada vidriada, los frentistas discutieron a grito pelado. Hubo reproches y ninguna resolución.
Fue el miércoles 9, en las vísperas del Jueves C (el Día de los Cargos), cuando la cuestión terminó por zanjarse definitivamente a favor de Miorelli. Como si no fueran pocos los bocadillos radicales y la embestida del PDP, ese miércoles, en el local del socialismo, los binneristas “puros” se prendieron al debate. Voraces como son cuando olfatean la posibilidad de apropiarse de alguna chapa, querían la prosecretaría para un socialista.
Dicen que los gritos fueron muy fuertes. Hubo recriminaciones por las estrategias de campaña y a los socialistas les cobraron varias facturas, desde la ruptura del acuerdo previo a las internas abiertas –que derivó en el segundo lugar de Alejandro Ruíz Díaz en la lista del Frente para el Concejo, con los resultados electorales desastrosos que arrojó la experiencia- hasta el “ninguneo” que sufren los dirigentes locales del Frente por parte del gobierno provincial.
El ARI tenía sus propias cuentas que ajustar y jugó sus fichas a un pleno. La desprolija “renuncia” de Zaragozi de la Región III –desplazada, según dicen, por una serruchada de piso que se adjudica a una calificada dirigente socialista local-, así como los aportes económicos realizados en la campaña, fueron traídos a cuento por Miorelli y por el contador Carlos Reinaudi, quien llevó al plenario la advertencia que tenía guardada: si Miorelli perdía su cargo, el ARI rompía el Frente. Cualquier parecido con la estrategia rupturista que también ganó la partida en el oficialismo es pura coincidencia.
Finalmente, la sangre no llegó al río, pero también en la coalición opositora hubo sonrientes ganadores y resignados perdedores. El ARI salió fortalecido como espacio. En el PDP, el empate técnico postergó un debate que estallará más temprano que tarde, y que tiene que ver con el rol de Atilio Pignoni en la interna partidaria. Hay quienes ven a Pignoni demasiado cerca del calor que emana de los operadores full time del socialismo provincial. Son los mismos que creen que ese calor puede quemar al PDP rafaelino, cuya regla de oro es preservar su lugar en el Concejo.
El botterismo, en cambio, cerró un año negro: no pudo ubicar a Cecilia Giribone en el segundo puesto de la lista de candidatos a concejales, perdió la banca de Fito Enrico, no logró imponer a Bottero como vice primero del Concejo, dejó la jefatura partidaria en manos de Luis Telesco, tiene a Víctor Fardín vivito y coleando por 4 años más y soporta sin rebeldías los desplantes del binnerismo. Parece demasiado para los sueños de Intendencia que abriga Germán Bottero.

lunes, 14 de diciembre de 2009

A 70 AÑOS DE LA BATALLA DEL RÍO DE LA PLATA


Fue un 13 de diciembre de 1939, hace hoy 70 años. Ese día, la Segunda Guerra Mundial llegó al Río de la Plata. Frente al puerto de Montevideo, el acorazado de bolsillo Graf Spee fue hundido por su tripulación, luego de haber buscado refugio por unas pocas horas en ese lugar tras una batalla con tres cruceros ingleses que hábilmente lo acorralaron tras una larga persecución. El buque de la Alemania nazi había realizado una campaña de "corso" en los mares del Sur, complicando seriamente el comercio de los países aliados con incursiones que ocasionaron graves daños a la flota mercante de los países que combatían contra Alemania. Eran los primeros meses de una guerra que todavía no habría entrado en su fase más brutal, pero la noticia del hundimiento del Graf Spee fue la primera victoria de los ingleses en el mar y quedó prolijamente registrada en las memorias de Winston Churchill, el gran héroe británico de la Guerra, que en diciembre de 1939 aún no era primer ministro pero sí estaba al frente del Almirantazgo británico y, como tal, era el responsable político de la Marina.

Hay muchísima información histórica en la red como para conocer detalles de la batalla y de los motivos que llegaron al comandante del Graf Spee, Hans Langsdorff, a quitarse la vida en un hotel de Buenos Aires, adonde había llegado junto con parte de su tripulación. Lo cierto es que la fecha de hoy sirve para recordar el día en que la Segunda Guerra Mundial llegó a nuestras aguas para escribir uno de sus capítulos más importantes.

viernes, 11 de diciembre de 2009

LA LEY DEL MÁS FUERTE - PARTE I


El zarandeado y manoseado tema de la elección de autoridades en el Concejo Municipal de Rafaela, tras un recambio light -la mayoría de los ediles que juraron en la noche del jueves ya estaban ejerciendo la función y el único "nuevo" fue Lolo Bauducco, que inició su tercer mandato tras una impasse de dos años-, terminó siendo una cuestión meramente formal. Lo que pintaba para ser el escándalo del año se diluyó en un acaramelado intercambio de palmadas de ocasión. Algo quedó claro, no obstante: ganaron los que pegaron el grito más fuerte.

En el lado del oficialismo, Jorge Maina y Luis Castellano se subieron al ring con los guantes puestos, se sacaron las batas, hicieron el precalentamiento y hasta se pusieron los protectores bucales. Pero a la hora de los bifes, el único que salió al centro del ring fue Maina. Siguiendo la metáfora boxística, podría decirse que Maina no es de los más técnicos a la hora de pelear y hasta se desconoce si tiene la mano pesada (para evitar malinterpretaciones: se desconoce si tiene tanto poder de fuego propio como para llevar los desafíos a los límites a los que los llevó), pero demostró una resolución clave para conquistar posiciones políticas. Si tal poder de resolución es digno de mejores causas será materia de observación según el cristal con que se mire. Esta semana se anotó un poroto importante.

Castellano, en cambio, se enredó en una disputa para la que no estaba preparado. El pecado original del oficialismo fue no poner las cosas en claro desde el momento en que se cerraron las listas, cuando Castellano encabezó la lista como candidato natural a ese lugar y Maina tuvo que negociar hasta último momento para ser incluido en el segundo puesto, luego que ese lugar fuera reclamado con insistencia por el peironismo. Otra a favor del poder de negociación de Maina: para respetar su espacio (obviamente no fue el único motivo) el oficialismo terminó yendo a una desgastante elección interna y terminó de romper lanzas con el peironismo.

Castellano se nominó para la presidencia con la misma naturalidad con que se convirtió en el primer candidato a concejal para las elecciones del 2009. Pero no estaba ante la misma situación. Maina se "empacó" , sacó a relucir antiguos rencores y decidió llevar la pulseada hasta las últimas consecuencias. Es probable que Castellano tenga una mirada más larga y haya preferido retroceder un casillero para preservar la unidad del sector, con la esperanza de recuperar posiciones a medida que avance el proceso hacia el 2011. Pero dejó al descubierto una falla de origen: en política hay que marcar la cancha con gestos que, a veces, requieren un ejercicio de prepotencia que Castellano no siente como parte de su estilo.

A Castellano le falló el pulso en el último instante y los daños los va a notar más en la interna de su partido que en la vinculación con la sociedad, que no le presta mucha atención a la sensación térmica del microclima político. Si el líder retrocede cuando hay que cruzar un puente peligroso, ¿se sigue confiando en el líder? Es la pregunta que deberá desvelar al arquitecto peronista a partir de ahora, porque es el interrogante implícito que le hará su propia gente. Será su tarea convencer a propios y extraños que en realidad su objetivo, en la construcción del camino de su candidatura, es el de edificar puentes, no el de cruzarlos para quemarlos tras de sí. Y quizás romper con Maina y quebrar el bloque oficialista le hubiera significado quemar un puente que necesita para su ruta a la Intendencia.

¿Le tocan a Perotti los daños colaterales del "affaire" en el Concejo? Nunca son buenas las turbulencias en la primera línea de defensa de la gestión, como es el bloque legislativo oficialista. Pero es cierto que a Perotti nunca le quitó el sueño la disputa entre Castellano y Maina. También el intendente debe haber sacado sus propias conclusiones, según el comportamiento de cada concejal -Maina, Castellano, Sierra y Garrappa-, pero cometería un grave error si cree que de este tipo de internas puede salir totalmente indemne. Si el proyecto político que lidera incluye a protagonistas que se entretienen en la esgrima interna en momentos en que la administración pasa por uno de sus momentos más delicados, con el diálogo cortado con la provincia y poco retorno en la Nación, algo anda mal en el engranaje de la maquinaria oficialista. Ya pasó el 2009 y el 2011 está más cerca de lo que muchos creen.

jueves, 10 de diciembre de 2009

NUEVO JEFE EN LA REGIONAL V DE POLICIA

Juan Mondino, rafaelino por adopción, 46 años, casado, dos hijos, comisario inspector en la jerarquía policial, abogado diplomado en la Universidad Católica de Santiago del Estero, se convirtió en el nuevo titular de la Regional V de Policía, con asiento en Rafaela. Mondino recibió la notificación a las 9 de la mañana del jueves y asumió a las 17, en un acto que presidió el ministro de Seguridad Alvaro Gaviola.
Aunque Gaviola esquivó dar precisiones y sólo se limitó a contestar con frases de casete y poco más que monosílabos en la conferencia de prensa que ofreció a los medios de prensa, es un hecho que la designación de Mondino y el relevo de Carlos Amable obedecen a la denuncia publicada por el diario Castellanos en la mañana del jueves. Según el matutino local, Amable está involucrado en una grave denuncia por el "verdugueo" que habría recibido un aspirante a incorporarse a la fuerza, que realizaba su capacitación en el ISEP, en un predio dependiente de la Regional V, el cual habría intentado suicidarse como consecuencia de esa situación.
Gaviola sólo aseguró que estaba enterado del incidente y aseguró que el tema está en manos de Asuntos Internos de la policía. Se desconoce si Gaviola realmente está seguro de que las tramitaciones las lleva adelante esa dependencia, porque su respuesta fue "soplada" por su asesor de prensa, quien luego de organizar la conferencia sólo dejó hacer unas pocas preguntas antes de comenzar a gesticular insólitamente para interrumpir el balbuceo de Gaviola ante los medios rafaelinos.
La designación de Mondino, no obstante, parece correcta, ya que se trata de un hombre que revistó en la policía local, como oficial subalterno en las comisarías 13º y 1º, luego fue funcionario en la División Judiciales y últimamente estaba revistando en la Regional del departamento General López, en el extremo sur de la provincia.