sábado, 1 de agosto de 2009

A HORAS DE LAS INTERNAS ABIERTAS: LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS


Uno dice que inventó al otro. El otro cree que es tiempo de plantar bandera. Se amagaron muchas veces. Atizaron a sus segundas líneas contra el otro. Se ningunearon de una u otra forma. Se palmearon o se ignoraron según lo aconsejaran las circunstancias. En el momento más difícil de la gestión de uno, el otro le soltó la mano. Cuando las papas empezaron a hervir para uno, el otro también le soltó la mano.
Omar Perotti y Ricardo Peirone son los machos bravos del PJ rafaelino. Sin poner las cartas sobre la mesa, los dos jugarán este domingo una apuesta fuerte en las elecciones primarias abiertas y obligatorias que se llevarán a cabo en la ciudad. Los dos quieren demostrar que son el as de espadas, que manejan el filo cortante del peronismo rafaelino. Pero en la mesa habrá un solo ganador.
La relación entre los dos caciques del PJ local, que se alternaron la Intendencia desde 1991, arrancó precisamente en ese año crucial para la política rafaelina. Fue en enero de ese año cuando el entonces gobernador Víctor Reviglio intervino la Municipalidad de Rafaela, por las irregularidades cometidas en la obra de cloacas. La decisión puso punto final a una época de la política rafaelina: moría, de muerte violenta, la hegemonía de Rodolfo Muriel. Y nacía la hegemonía peronista.
Reviglio eligió a Jorge Fernández como interventor. Había sido su ministro de Educación y era un hombre del partido. Llegó a Rafaela con la misión pública de ordenar un municipio en ruinas, que cargaba con la desconfianza generada por el escándalo de las cloacas y el manejo discrecional de las cuentas públicas. Pero en la agenda traía como una prioridad conquistar a la tercera ciudad de la provincia para el peronismo. La provincia se aprestaba a estrenar la ley de lemas y las posibilidades que se abrían para el PJ rafaelino, siempre fracturado y nunca unido bajo el liderazgo de Luis Parra, eran muchas.
Fernández hizo una buena gestión. Tanto, que se animó a experimentar con un sublema propio en los comicios de setiembre de ese año. Llevó como candidato a su secretario de Hacienda, el democristiano Néstor Leonardi. Para reemplazarlo en la estratégica y complicada Secretaría eligió a un hombre que venía desde las sombras: Ricardo Miguel Peirone, un contador que venía de pasar 8 años en las cárceles de la dictadura por su militancia en la organización Montoneros y apenas terminaba de incorporarse a la vida “normal”, dedicándose a su profesión y a colaborar con algunas organizaciones de base.
Peirone fue secretario de Hacienda de Fernández, pero ya había comprometido su participación en uno de los sublemas peronistas. Eligió el que llevaba como candidato a intendente a otro contador, como él mismo: un tal Omar Perotti, que terminó ganándole la pulseada al ex concejal Waldo Suárez, uno de los históricos que había renunciado a su cargo para precipitar la intervención del municipio. Suárez encabezó la lista de concejales, Perotti fue en la boleta de Carlos Reutemann y todos se anotaron un gran triunfo en Rafaela. Perotti juró como intendente el 10 de diciembre de 1991. Tenía 31 años y su secretario de Hacienda era Ricardo Peirone.
Perotti hizo una gestión brillante que lo catapultó a un liderazgo impensado en el peronismo de Rafaela. Arrasó con la hegemonía partidaria del parrismo y aunque progresivamente fue construyendo una larga lista de enemigos internos, ninguno tuvo peso específico para desafiarlo. Tampoco para crecer a su lado, como una opción viable para la alternancia. Cuando decidió acompañar a Héctor Cavallero como candidato a vicegobernador, Perotti ya pensaba en el horizonte provincial. Fue una decisión personal suya, resistida por muchos cuadros del partido, que Ricardo Peirone lo sucediera como candidato a intendente.
La consagración de Peirone como intendente terminó con la etapa del noviazgo. La pareja política que formaban las dos P empezó a sufrir el desgaste de la convivencia en la cima del poder local. Peirone –que diez años después criticaría la “barrida” de funcionarios que OP hizo cuando asumió su segundo mandato, así como la paulatina desactivación de varios planes de gobierno que tenían el sello indeleble del peironismo- se sacó de encima a algunos hombres fieles a Perotti y empezó a tomar vuelo propio. Ejerció el poder con vocación militante y alimentó su ego político –que compite en tamaño con el del propio Perotti- con un estilo de conducción personalista.
Peirone atravesó el peor momento de su gestión cuando fue denunciado por el regalo de un lujoso automóvil importado por parte del grupo Megatone, que lo tenía como contador. No encontró un gesto solidario en Perotti, que miró para otro lado y eligió renunciar a su banca de senador para hacer una experiencia profesional con el Banco Interamericano de Desarrollo en Estados Unidos, en medio de la peor crisis social y económica del país.
Perotti sufrió algo parecido en mayo del 2008, cuando firmó como consejero nacional del PJ un crítico documento en el que se acusaba al campo de golpista, justo en los peores días del conflicto por la 125. Peirone, ya notoriamente enfrentado con Perotti, tampoco se solidarizó con su antiguo jefe y miró desde la Legislatura, se adivina que con cierto gozo, el escrache de huevazos e insultos que recibió Perotti el 14 de junio, en su propia casa.
Este año, los amagues de tantos años terminaron en enfrentamiento. Por primera vez irán a internas, a través de terceros. Perotti pone la cara, pero no las manos en el fuego, por Luis Castellano y Jorge Maina. Son cartas repetidas, sin sorpresas, en un momento en que la sociedad clama por cambios. La tibieza de la oposición le juega a favor para disimular la falta de opciones aceptables en el escenario de su entorno. Construyó una alianza con el giorgettismo, abandonó el hierro candente de su asociación con el kirchnerismo y presume un horizonte con ciertas posibilidades al calor de un presidenciable como Reutemann.
Peirone se juega todo y no tiene mucho para mostrar. Daniel Frana no es un candidato carismático, ni tiene peso específico propio. No por nada las publicidades y los carteles lo nominan como “el concejal de Ricardo Peirone”. Si le va mal, Peirone no sólo se habrá desgastado en el frente interno peronista, sino también habrá incinerado a otra figura que potencialmente podía dar mucho más: Leonardo Parra. Escondido en el tercer lugar, un hombre como Parra está desaprovechado. Su candidatura fue uno de los capítulos inexplicables de la jugada de Peirone.
Las encuestas predicen un claro triunfo de Castellano, en la elección del domingo. Cuando el sol del 3 de agosto caliente el escenario político local, se verá cuál de los ases bravos del PJ es verdaderamente el macho que tiene la espada del poder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario